Pacheco Tovar Cristian Raúl | ECONOMISTA UNAM
Estamos a poco más de siete décadas de la creación del Banco Mundial, la institución financiera que, después de la Segunda Guerra Mundial, se encargaría del desarrollo y de la disminución de la pobreza en todos los países del mundo; sin embargo, la humanidad sigue enfrentando incontables retos económicos, que van desde el financiamiento de los programas de apoyo para el desarrollo de la infancia (como los promovidos en la India por el Banco Mundial), hasta los desafíos más grandes de los últimos tiempos, entre ellos está el cierre de las brechas económicas globales.
Este tema no es nada nuevo, de hecho, seguramente todos hemos escuchado hablar en múltiples ocasiones acerca de las brechas económicas, que, continúan separando hasta nuestros días las oportunidades de vida de millones de personas. Sin embargo, es posible que también nos hayan surgido dudas acerca de las causas por las que algunas naciones lograron prosperar, mientras que otras, lamentablemente van de mal en peor.
Por lo tanto, lo que se pretende con este escrito es comprender la diferencia que existe entre la historia de desarrollo económico de una potencia y la de uno de los países más pobres del mundo. Para ello se utilizará una perspectiva comparativa que destaque las diferencias entre las experiencias económicas de ambos países.
El primer país que voy a analizar se encuentra en Asia; es un país desarrollado, además, es la cuarta mayor economía en Asia, y también es la número catorce a nivel mundial. Su capital, Seúl, es uno de los mayores centros financieros y tecnológicos a nivel mundial.
Por el otro lado, el segundo país es de lejos el país más pobre de toda América, y su desarrollo económico se compara con el de países africanos como Zimbabue o Sierra Leona. Además, a principios de esta década, el mundo entero fuimos testigos de un lamentable suceso que ocasionó 316,000 muertos; 350,000 heridos y más de un millón de damnificados en su territorio: un terremoto de 7.3 grados en la escala Richter, que sacudió sus tierras en el año 2010, demostrando lo vulnerable que puede ser una población ante un desastre natural debido a la pobreza.
No hace falta profundizar demasiado en la presentación para darte cuente de qué diferentes son las condiciones de vida entre un país y otro. Seguramente a estas alturas, ya sabes de qué países se tratan: Corea del Sur y Haití, respectivamente.
Veamos ahora los datos con mayor precisión. En este sentido, es obligatorio pararse a explicar primero el caso de éxito de Corea del Sur: el mayor milagro económico de nuestros tiempos.
Corea del Sur, o mejor dicho: República de Corea, es uno de los mejores ejemplos de cómo un país que en los años 60 se comparaba en términos de niveles de vida al de Marruecos o Bolivia, ha logrado alcanzar los primeros lugares del mundo, no sólo económicamente, sino en términos de calidad de vida y de desarrollo humano. Cabe destacar, que en tan solo 54 años, la renta per cápita de los coreanos se multiplicó por más de 280; es decir, pasó de $82 en 1960, a más de 29,800 dólares en el año 2014.
Pero, ¿por qué Corea del Sur, siendo el país 109 en extensión territorial en el mundo, y contando con escasos recursos naturales pudo alcanzar tal triunfo?
Vamos a remontarnos a su historia, en el momento cuando las Coreas (del Norte y del Sur) se dividieron, en el año 1948. Por fin Corea del Sur era libre, pues también Japón, después de 35 años de dominio, se retiró de su territorio.
En ese momento, empezaba un duro periodo para la República de Corea: tenía que delimitar el camino por su propia cuenta, el cual no empezó de la mejor manera, porque tan sólo dos años después, su vecina, Corea del Norte invadió su territorio, y el conflicto se hizo tan grande que incluso EEUU (disfrazado de la ONU) intervino; supuestamente para frenar el conflicto, aunque a final de cuentas, dicha guerra terminó tres años después, sin ningún tratado de paz, dejando cerca de 2.5 millones de muertos, y continuando con la gran tensión entre ambos países.
A pesar de la guerra, Corea del Sur, a diferencia de su vecina del norte, no descuidó por completo su situación financiera interna, y comenzó su camino hacia el éxito en el periodo de 1948 hasta 1961, con la llamada Sustitución de Importaciones (ISI), aunque fue hasta la década de los años 60 que la República de Corea mantuvo una economía básica o de subsistencia.
Las condiciones de vida del país eran extremadamente diferentes a las actuales, sobre todo porque tenían una base agrícola muy fuerte (el 80 por ciento de la PEA se dedicaba al sector primario) y, además, tenía un mercado interior muy pequeño y poco competitivo.
Sin embargo, fue tan sólo un año después, en 1961, cuando Corea del Sur dio un enorme paso, que marcó un punto crucial en el desarrollo económico de este gigante asiático; impulsó la Sustitución de Importaciones en conjunto con la promoción de exportaciones.
Durante este periodo, el país se enfocó en mejorar la competitividad de sus productos en el exterior, principalmente a través de los productos manufacturados; con ello, logró la creación de nuevos sectores industriales, una economía exportadora con alto valor agregado y una intensiva industrialización cada vez más competitiva.
Pero no todo fue favorable, porque durante dicho periodo, Corea también sufrió un sobrecalentamiento económico que condujo a una inflación, así como un alto endeudamiento externo durante la década de los 70.
Si hubiera una manera más gráfica de describir el cambio radical que sufrió la economía de Corea del Sur, esta sería al principio como un carro con un motor viejo, sin sillones, ni puertas o vidrios, y con unas llantas muy dañadas; es decir, sí se movía, pero a empujones. Nadie lo quería conducir. Hasta que, con muchas reparaciones, éste se convirtió en un carro con llantas nuevas, con un motor más moderno y que avanzaba tan rápido que muchos querían manejarlo. Sin embargo, el carro comenzaba a presentar fallas mecánicas: el motor se sobrecalentó, el vehículo comenzó a echar chispas y a tirar gasolina.
Antes de conocer lo que aconteció posteriormente, voy a dejar momentáneamente esta comparación, pues es momento de hablar del papel de la política en el desarrollo del país durante dichos años.
En cuanto a términos políticos, casi ningún país del mundo –si no es que ninguno- se ha distinguido por ser un ejemplo excepcional. Corea del Sur tampoco es la excepción, en esos tiempos, Park era el presidente de Corea del Sur, y aunque fue duramente criticado y señalado como un “dictador despiadado”, también logró que la economía surcoreana se desarrollara de manera significativa, debido a que alentó el rápido crecimiento económico por medio de las exportaciones.
Tal vez la política per se, no fue la principal clave del éxito de Corea, pero se debe destacar que, en este caso, las dictaduras en el país resultaron satisfactorias para su actual estatus económico mundial.
Sin embargo, otra de las claves más importantes para el desarrollo económico del país, fue que Corea le ha otorgado la importancia necesaria a la educación, y su historia ha demostrado que no se equivocaron: actualmente su sistema educativo es considerado uno los mejores a nivel mundial, y gracias a ello, Corea del Sur es una de las principales potencias en la formación de personal especializado, innovador y competitivo.
Corea del Sur siguió triunfando a lo largo de los años 80, y bajo el gobierno dictatorial del presidente Chun Doo-hwan, Corea del Sur negoció con el FMI para bajar el nivel de la deuda externa.
Algunos otros logros de tal gobierno fueron la estabilización económica y el control de la inflación. Cabe mencionar, que durante esa década, también se privatizaron dos de los bancos más importantes del país, aumentó considerablemente la liberalización comercial y también comenzaron a aumentar los socios comerciales de la República de Corea.
Retomando la analogía de los coches, podría decirse que, ese carro que tiraba gasolina y que se sobrecalentaba rápidamente, lo llevaron al mecánico, y lo dejaron como nuevo; porque además de arreglar el asunto del combustible, ahora el carro conducía muy rápido, pero de manera más controlada.
Pero no conformes con enorme avance, también a partir de los años 80 y 90, los coreanos comenzaron a desarrollar una infraestructura científica, que sería acompañada de importantes estímulos fiscales a las grandes empresas, a las que el Estado subvencionó mediante la eliminación de determinados impuestos; es decir, aumentaron la oferta tecnológica de origen coreano en el mercado.
Pero no fue hasta el año 1988, cuando el mundo entero fue testigo por primera vez en la historia de los cimientos del exitoso destino que Corea del Sur había construido: con los Juegos Olímpicos de verano de 1988. Tal evento tuvo que haber causado el asombro mundial, pues tan sólo dos años más tarde, el Banco Mundial publicó un estudio explicando que el neoliberalismo era la razón por la que la República de Corea había logrado prosperar tan rápidamente.
No obstante, no todo puede ser perfecto, y a veces hay baches en el camino. Esa fue la situación de Corea del Sur, así como la mayoría de sus vecinos asiáticos durante el año 1997, cuando la economía nacional sufrió el efecto de la crisis financiera asiática, pero a diferencia de muchos de los países aledaños (entre ellos Corea del Norte), Corea del Sur sí fue capaz de recuperarse y remontar su crecimiento económico, que continúa hasta nuestros días.
Con todos los hechos previos, era inevitable que el enorme desarrollo científico y tecnológico ayudara a que hoy en día, Corea del Sur se convirtiera en la cuarta mayor potencia asiática.
Pero, dejemos un poco a Corea del Sur y vayamos ahora a nuestro segundo caso: Haití.
Es difícil de creer que Haití, en algún momento, fue un gran ejemplo para los países americanos, al ser no sólo el segundo país de América (sólo detrás de Estados Unidos) en independizarse, en el año 1804, sino también porque su independencia marcó unos de los pasos más importantes en la historia de la humanidad: la abolición de la esclavitud y la lucha por la igualdad racial.
Dos siglos después, esa “esperanza mundial” se convirtió, literalmente, en el peor ejemplo de desarrollo económico de todo el continente americano. Pero, ¿cómo un país como Haití, pasó de inspirar asombro y admiración a inspirar, hoy en día, simplemente tristeza y decepción?
Para contestar la previa interrogante tenemos que remontarnos a finales del siglo XVIII. Haití era, en ese entonces, una colonia francesa. Era una isla que utilizaban los franceses para explotarla no sólo por sus grandes recursos naturales y materias primas, sino por sus recursos humanos.
Los esclavos negros de Haití vivían en condiciones completamente lamentables, por ello, la mayoría moría y los franceses constantemente tenían que importar masivas cantidades de negros, provenientes de África, para suplir a la cantidad fallecida.
Como era de esperarse, pronto los esclavos se cansaron de las condiciones de vida a los que estaban sometidos, y muchos de ellos, conocidos como negros cimarrones o “salvajes”, huían de sus amos e invitaban a los otros a rebelarse. Este factor influyó en la lucha revolucionaria de Haití, aunque paradójicamente, fue la misma Revolución Francesa la que inspiró a los esclavos a rebelarse y a iniciar la lucha por su libertad.
Como toda gran lucha, al comienzo hubo tensiones, represiones y matanzas; sin embargo, los esclavos no se rindieron y no sólo lograron su independencia, sino que también abolieron la esclavitud en su territorio tres décadas después.
Este fue el escenario en el que surgió una nación que, dos siglos más tarde, sigue enfrentando una gran lucha; en esta ocasión no por su libertad, sino por sobrevivir. Según Naciones Unidas, hoy en día, existen cerca de 3.6 millones de haitianos (más de un tercio de la población total del país) que viven en situación de inseguridad alimentaria. Junto a estos, 1.5 millones están al borde de la desnutrición, y de ellos, más del 70% tienen menos de 18 años de edad. Es, sin lugar a dudas, una verdadera lucha por sobrevivir.
No obstante, regresando a su historia, Haití sufrió, luego de su independencia, un largo período de aislamiento internacional que duró más de dos décadas. Dicho aislamiento fue promovido por países como Francia, España, Gran Bretaña y los Estados Unidos, que no aceptaban la existencia de una nación gobernada por ex esclavos.
Los comienzos de Haití no fueron nada sencillos, y mucho menos cuando se trata de su organización política interna: golpes de estado, dictaduras, gobiernos inestables y lucha sangrienta por el poder. Los precedentes hechos, no obstante, no sólo son la situación que describía la actividad política en Haití en sus inicios, porque aún en la actualidad la situación política sigue siendo bastante caótica.
Incluso, a finales del año pasado (2015), la crisis política en el país provocó que la elecciones presidenciales fueran pospuestas, por decreto de la Comunidad Internacional, para evitar una masiva ola de violencia en el país. ¿Realmente es independiente un país que necesita de otros para el financiamiento de sus propias elecciones electorales y de sus decisiones políticas internas?
Sin embargo, los anteriores no son todos los retos que el país tiene que enfrentar para cerrar la brecha económica que lo separa del resto mundo cada vez más.
El primero de ellos es su situación económica, y no es nada sorprendente saber que la economía de Haití es lamentable: su tasa de desempleo actual es superior al 50% de su población, sus ingresos anuales per cápita son una décima parte del salario mínimo de otros países latinoamericanos y la pobreza extrema alcanza casi el 70% de la población total.
Quizá te preguntes, ¿qué pasó con los recursos naturales? ¿Dicho factor no los ayuda? En realidad dichos recursos, después de cientos de años de explotación, ahora son muy limitados, y eso sumado a que cada año se pierden entre 15 y 20 millones de árboles en el país y a que el suelo de Haití alberga solo un 2% de bosques, no es un factor muy viable con el que se pueda contar, ni tampoco es buen augurio para el país.
Entonces, sin contar al 100% con los recursos naturales, es lógico pensar que se puede levantar la economía mediante la educación financiera en el país, entonces ¿qué está pasando con la actividad emprendedora?
En cuanto a negocios, Haití se encuentra en el puesto 182 de 187 países del Doing Business, que clasifica a los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios.
Entonces, las opciones se vuelven muy limitadas, ¿no es cierto?
En términos de calidad de vida, las cosas también andan bastante mal, como es de imaginarse. Sus habitantes tienen un bajísimo nivel de vida: el Índice de Desarrollo Humano de Haití, fue tan sólo de 0,483 puntos en el 2014, por lo que se colocó en el puesto 163 de una tabla de 187 países en el mundo.
La sanidad es otro desafío que el país debe superar, porque más de la mitad de la población, vive en condiciones insalubres; siendo muy vulnerables a la desnutrición y a enfermedades.
Sumado a ello, la población no sólo está insatisfecha con su calidad de vida, sino también con la calidad del gobierno en su país. Esto lo evidencia el Índice de Percepción de la Corrupción del sector público de Haití, pues éste ocupó el lugar 158 de los 167 países participantes, según los datos del año pasado. Cabe mencionar, que, Haití es considerado también como uno de los países más desiguales del mundo.
El resultado de todas estas cifras es poco alentador para los miles de haitianos que viven bajo condiciones de vida bastante desfavorables, y muchos de ellos sólo encuentran mejores oportunidades en países vecinos, principalmente República Dominicana, e incluso muchos otros tienen que arriesgar sus vidas huyendo a los Estados Unidos.
Haití no prospera, además de las razones anteriores, porque tiene un mercado competitivo a nivel mundial nulo; su principal aportador al PIB son las materias primas, mismo en el que también tiene competencia con sus países aledaños.
Siguiendo la analogía del vehículo, la economía actual de Haití sería como un carro prácticamente abandonado, sin frenos y tirando sus piezas cada vez que se mueve, y a pesar de los esfuerzos por arreglarlo, termina tirando todo cada vez que éste avanza.
Retomando todo lo anterior, se nota que mientras el ritmo de crecimiento de Corea del Sur supera un cambio anual de su PIB de 3.0%; el Banco Mundial señala a la economía de Haití como un “caso perdido”. Y mientras la República de Corea del Sur goza de unos términos de vida y crecimiento económico sostenibles, e incluso superiores al de los países europeos; Haití está compitiendo con muchos países africanos por los últimos lugares a nivel mundial en cualquier indicador socioeconómico. Ahora ya es bastante evidente la diferencia que existe entre uno de los países más desarrollados del mundo, y su opuesto.
No debemos tomar las brechas económicas a la ligera, o como un asunto aparentemente “normal” que siempre existirá, realmente es un reto no sólo económico, sino humanitario.
El saber que mientras un país prospera y otro se hunde más y más en la pobreza, en la miseria y en el olvido no significa que estemos avanzando como humanidad, sino que estamos retrocediendo.
“Podemos cambiar el mundo y hacer que sea un mundo mejor. Está en nuestras manos hacerlo realidad.” – Nelson Mandela
Referencias:
World Bank. (2016). Recuperado el 16 de julio de 2016: http://data.worldbank.org/
Johanna Von Grafenstein (1988). Haití. Colección América Latina, una historia breve. Instituto Mora.
Casimir, Jean (2008). Haití y sus élites: el interminable diálogo de sordos. vol. XLVIII, núm. 4, 2008, pp. 807-841. Colegio de México.
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