Joshua Hurtado Hurtado | INTERNACIONALISTA ITESM 




La etnografía como método comúnmente se encuentra asociada a la disciplina antropológica. Un método asociado con la participación activa y documentación de las prácticas sociales para reorganizarlas en patrones y clasificarlas bajo esquemas que miembros externos a la cultura bajo estudio puedan entender, el requisito de inmersión y cercanía del investigador en hechos sociales ajenos a su entorno dan la impresión de que la etnografía es poco adecuada para la investigación en el campo de las Relaciones Internacionales. Al lidiar con hechos como el Estado, la guerra, el intercambio comercial y los organismos internacionales, entre otros, muchos de ellos requieren de un plano de abstracción y visión “macro” que el método etnográfico parece estar poco preparado para abordarlos de manera precisa.

Es, sin embargo, esta cuestión en particular lo que vuelve a la etnografía un método innovador para usarse en las Relaciones Internacionales, área donde se ha usado poco hasta la fecha. Este método tiene la capacidad de volver palpable y visible a las personas “comunes”, ajenas al ámbito académico, la materialidad de las prácticas sociales que ocurren al interior de las instituciones estatales, en zonas de guerra o refugiados, en lugares de participación de la sociedad civil que se mueve en el ámbito internacional, en organismos internacionales, y en los ámbitos académicos que suelen verse como externos al objeto de estudio. Tiene, además, el potencial de “representar únicas pero importantes culturas burocráticas, académicas o institucionales que reconocen el papel del escritor y de la práctica de escribir” (Salter, 2013, 56, traducción propia). Por ello, al sumergirse el investigador en estas culturas, que analizadas únicamente por revisión de literatura, estudios de caso, o análisis discursivos omiten las acciones cotidianas de los participantes, se genera un conocimiento único que distingue al método etnográfico.

El presente artículo tiene la finalidad de presentar la etnografía como un método innovador para las Relaciones Internacionales que permite aterrizar grandes abstracciones a prácticas sociales identificables. Dado que el área de estudio dentro de las Relaciones Internacionales más óptima para esto son los Estudios Críticos de Seguridad (ECS) por su interés en descubrir nuevos objetos y sujetos de seguridad no convencionalmente vistos como tal, se citarán autores cuyas líneas de investigación se sitúan en esta área para ilustrar el potencial del uso de métodos etnográficos en detallar lo que ocurre en zonas de conflicto, la industria armamentista, y prácticas económicas marginadas, entre otras posibles temáticas relacionadas con la la disciplina. Asimismo, se darán algunas consideraciones sobre el método, tales como el rol que el investigador debe tener, así como los alcances y los límites del mismo.


La etnografía – desde la antropología hasta las Relaciones Internacionales
Una etnografía se concentra en un grupo cultural entero, el cual puede variar en su tamaño pero por lo general es grande (ya sea todo el personal docente de una institución educativa, una comunidad de trabajadores sociales, o agentes burocráticos de una institución estatal). En este método cualitativo de investigación, el investigador se encarga de describir e interpretar los patrones de valores, conductas, creencias y lenguaje de un grupo que comparte una cultura (Harris, 1968). La actividad que realiza el investigador etnográfico es quizás mejor descrita por Clifford Geertz en La Interpretación de las culturas, donde señala que la labor del investigador va desde establecer confianza en la comunidad y seleccionar informantes adecuados hasta transcribir textos, elaborar un diario, y adentrarse en el esfuerzo intelectual de proporcionar descripciones detalladas de los patrones que va encontrando (Geertz, 1973).

Aunque la etnografía en la antropología estuvo anclada en sus inicios a registrar las relaciones familiares, culturales y económicas en áreas remotas, siendo así parte de la empresa colonial, en la contemporaneidad el método se distingue por la “inclusión reflexiva del investigador en el análisis, entendiendo la etnografía como un intercambio cultural o inmersión y no como una extracción unidireccional: un encuentro, no un registro, de culturas” (Salter, 2013, 51, traducción propia). Cabe destacar que los lugares de encuentro de culturas ya no necesariamente son áreas remotas, sino que pueden situarse en contextos más cercanos y reconocidos, pero al mismo tiempo ajenos al investigador. Este es un reajuste contemporáneo de la etnografía clásica – la inmersión a las culturas de los técnicos, de los expertos, de las personas encargadas de hacer que las instituciones modernas funcionen – para investigar lo que Holmes y Marcus (2005) llaman “ámbitos de competencia”, espacios material-culturales donde transcurren las actividades relacionadas con las condiciones urbanas de las sociedades contemporáneas, como bancos, instituciones académicas, centros de telecomunicaciones, departamentos administrativos gubernamentales y oficinas de grandes corporaciones, entre otros.

Es en estos “ámbitos de competencia” donde se pueden dar las primeras incursiones del método etnográfico para la disciplina de las Relaciones Internacionales. La inmersión del investigador a las instituciones representativas del Estado y con mayores vínculos al objeto de estudio, tales como los Ministerios de Asuntos Exteriores y los de Defensa, puede resultar ilustrativa para visualizar los diferentes elementos en juego en las actividades cotidianas en embajadas y consulados, así como para describir el papel que juegan los aspectos simbólicos cuando surgen acontecimientos especiales. Asimismo, la investigación de campo sobre las prácticas sociales en bases militares y campos de entrenamiento puede revelar aspectos significativos a los agentes externos, mismos aspectos que pasan desapercibidos para los actores que son parte de dichas prácticas. La oportunidad de la etnografía en las Relaciones Internacionales no se limita, sin embargo, a las instituciones estatales. El método etnográfico resulta muy útil para los ECS porque centra la atención en sujetos y objetos que pueden no ser concebidos como prioritarios en temas de seguridad, tales como las poblaciones afectadas en zonas de conflicto, o los participantes en las economías informales de diferentes países que pueden afectar la recaudación fiscal.

La etnografía contemporánea, de acuerdo con Kunz (2013) tiene dos principios ético-metodológicos claves que se alinean con las ideas de las escuelas de pensamiento críticas reflexivistas, y en particular la rama de los ECS. El primer principio es la inmersión, entendida como la acción participativa en las rutinas de las culturas o “ámbitos de competencia”. El segundo es la reflexividad: entender la corriente de pensamiento en la cual el investigador se sitúa y analizar las maneras en que la inmersión en la comunidad afecta tanto a la comunidad como al investigador. Es bajo estos principios que Kunz, en sus investigaciones, reconoce que las entrevistas con los miembros de la comunidad de activistas en localidades en México tuvieron el efecto “perverso” de motivarlos para usar las remesas como un recurso económico previamente destinado únicamente al desarrollo de la comunidad. En este sentido, señala que el investigador puede adentrarse en las prácticas comunitarias, pero al ser originalmente un agente externo, también tiene el potencial de moldear sus prácticas de manera inesperada. Aunque el debate sobre las consideraciones del investigador se abordará más adelante, el potencial transformador del método sobre las prácticas sociales se alinea al deseo de las escuelas de pensamiento críticas de buscar un cambio en el statu quo (Sodupe, 2004).

La etnografía en zonas de conflicto, el complejo militar-industrial y la disidencia sexual
Habiendo descrito el potencial del método etnográfico en las Relaciones Internacionales, se procederá a ejemplificar algunas investigaciones hechas con este método que se enmarcan dentro de los ECS. Estas investigaciones son de Jean-François Ratelle sobre las zonas de conflicto en el Cáucaso, James Der Derian sobre el complejo militar-industrial y de entretenimiento, y la de Megan Daigle sobre la disidencia sexual cubana.

El método que sigue Ratelle (2013) es el de la autoetnografía, aunque este método lo adoptó tras lo que ocurrió en su investigación original. Su primera intención era detallar lo que ocurría en las zonas de conflicto del Cáucaso, y usar la etnografía para mostrar los efectos de la violencia política y hacer una consideración crítica sobre la violencia y las poblaciones afectadas en el marco de los ECS. Inició mapeando a los diferentes actores involucrados: los cuerpos de seguridad rusos (policía, espionaje y ramas militares) y los grupos rebeldes locales de carácter étnico y religioso en la zona. La primera dificultad a la que se enfrentó Ratelle fue el difícil y peligroso acceso a los diferentes grupos involucrados. Incapaz de encontrarse con los líderes de cualquier grupo, Ratelle se sumerge en la cotidianeidad del Cáucaso.

Un giro en su investigación ocurre cuando, por sus similitudes físicas con los miembros de los grupos rebeldes, las fuerzas rusas centran su atención sobre él y eventualmente lo capturan. A partir de entonces la experiencia se vuelve autoetnografía porque él se sitúa en el centro de la investigación y examina las interrelaciones entre las actividades de perfilar efectuadas por parte de las agencias rusas y las actividades y lugares que él frecuenta. Asimismo, una vez detenido se aproxima a la experiencia con los ojos de un investigador y no como víctima de las fuerzas estatales rusas – se pregunta acerca de las agencias que están operando en su arresto, el tipo de preguntas que le hacen, las relaciones entre los miembros de las agencias de seguridad, las jerarquías, etc… Incluso examina los mecanismos que le otorgaron su libertad – la presencia de su pasaporte canadiense. Aunque admite en su investigación su miedo y la incertidumbre, también reconoce que la experiencia de convertirse en uno de los sujetos de estudio le permitió reunir datos empíricos que habrían estado fuera de su alcance previamente.

Los dos elementos de la etnografía contemporánea, inmersión y reflexividad, se encuentran activos en el estudio de Ratelle. Uno de los hallazgos fue su entendimiento de uso del uso de las técnicas de perfilado por parte de las fuerzas rusas, mismas que pueden aplicarse a muchos otros individuos en el área, y cuya liberación no es tan fácil. Allí se revelan los daños colaterales del conflicto – individuos encerrados sin salida fácil del predicamento y sin los recursos adecuados para permitir su liberación.

James Der Derian (2009) estuvo inmerso en una investigación de una década de duración acerca de las redes que se forman en el complejo militar-industrial y la industria de los medios y el entretenimiento. El autor de manera intencional escogió el estilo de escritura etnográfico para retratar lo que estaba ocurriendo en el ámbito de competencia bajo su estudio. Con ello descubrió ciertas prácticas sociolingüísticas de los militares, la manera en que los diferentes sujetos se aproximan a un agente externo en su entorno, y las relaciones de ideas (algunas dominantes, otras subordinadas, otras prohibidas) en las diferentes estructuras que formaban su objeto de estudio.

Finalmente, Megan Daigle (2013) se aproximó al estudio de las sexualidades disidentes en Cuba, en el periodo post-soviético. La economía sexual orientada hacia los turistas en la isla se convirtió en su objeto de estudio, en parte porque había poca literatura referente a las relaciones entre los sujetos de la economía sexual y el gobierno cubano. En los 90’s y la primera década del milenio, el Estado cubano había adoptado una política de castigar a quienes tuvieran alguna relación romántica y/o sexual con los turistas extranjeros. Arrestos y centros de rehabilitación eran comunes, y los sujetos que formaban parte de la economía sexual muchas veces se encontraban con la dificultad de probar que una relación legítima entre ellos y los individuos extranjeros no era con la intención de escapar del país ni de provocar algún intento de rebeldía.

Daigle realizó seis meses de investigación en Cuba, y pasó días observando cómo los turistas extranjeros y los cubanos jóvenes se comportaban en zonas de interés nocturno donde podrían solicitar servicios sexuales. A la par, se dedicó a observar cómo las autoridades cubanas interrogaban o detenían tanto a los solicitantes como a los ofertantes de estos servicios. En el proceso, la investigadora se encontró realizando entrevistas no estructuradas, las cuales representaron un reto por las dificultades para establecer confianza entre ella y los sujetos que investigaba. Algunas de estas entrevistas se dieron por casualidad, pero la mayoría fueron hechas por medio de redes de contactos que Daigle logró reunir con el paso del tiempo, y así descubrió que su objeto de estudio, “los trabajadores sexuales” y “la economía sexual”, no existía de manera unificada, y tenía límites ambiguos para sus propios participantes. Esto era, en parte, debido a las fuertes políticas de represión del Estado cubano hacia las personas que participaban en la economía sexual y que veía como posible amenaza para su permanencia.

Asimismo, la inmersión y la reflexividad formaron parte del estudio de Daigle. La investigadora reconoce las potenciales dificultades para concretar su investigación de no haber sido por su continua y progresiva inmersión en las redes de la economía sexual cubana, no habría podido entender las fronteras de su objeto de estudio ni lo que pensaban los sujetos participantes sobre sus prácticas económicas. El elemento de reflexividad emana cuando la autora se cuestiona sobre los papeles del colonialismo y el imperialismo, y cómo la percepción histórica del gobierno cubano sobre estos aspectos afecta su relación con los sujetos de la economía sexual.

Consideraciones sobre el método
Habiendo descrito tres casos en los que la etnografía ha resultado útil para revelar algunos aspectos de las relaciones internacionales que el mainstream de la disciplina no considera prioritarios, es importante señalar algunas consideraciones sobre el método etnográfico para su uso en esta ciencia social.

La primera consideración, y la razón por la que se enmarca dentro de la rama crítica de las Relaciones Internacionales, es que le otorga voz a las personas normales que integran gran parte de las prácticas sociales del sistema internacional, y no se centra únicamente en los altos funcionarios y líderes políticos. Al mismo tiempo, pone en el reflector algunos procesos que no se consideran de interés o que incluso se prefiere ignorar su existencia, tales como los prácticas de camaradería y de competencia que están presentes en el ejército o las redes de apoyo clandestino en la economía sexual cubana.

La segunda consideración es que por la necesidad de inmersión del investigador en el objeto de estudio y la interacción con los sujetos que lo forman, este elemento de disrupción puede alterar la manera en que se llevan a cabo las prácticas sociales e incluso pueden alterar los objetivos fundamentales de los participantes, tal como fue el caso de los activistas en México y el uso que se le dio a las remesas.

Una tercera y última consideración es lo que Wanda Vrasti (2013) llama “el desafío de escribir etnografía”. El método requiere especial atención a reconstruir y “traer a la vida” a los sujetos que en ella aparecen, edición rigurosa, habilidades narrativas, reflexividad y tiempo. Estos aspectos generalmente son desatendidos hasta que la inmersión ha terminado, y el proceso de escritura inicia.

Conclusiones
La finalidad de este artículo fue presentar el potencial de la etnografía en las Relaciones Internacionales, en particular en el campo de los ECS. Con la presentación de tres casos de estudio sobre la aplicación de métodos etnográficos, se mostró el potencial de la etnografía para revelar procesos e implicaciones de los mismos que los estudios mainstream suelen omitir. El uso de la etnografía tanto en ámbitos de competencia como en zonas de conflicto y comunidades que residen en los márgenes expande el horizonte temático y metodológico de la disciplina, y puede contribuir a los procesos de transformación social tanto por la difusión de los hallazgos como por la participación de los investigadores.

Bibliografía

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Geertz, C. (1973). The interpretation of cultures: selected essays. Nueva York: Basic Books.
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Holmes, D.R., y Marcus, G.E. (2005). “Cultures of expertise and the management of globalization: toward the re-functioning of ethnography”. En A. Ong y S.J. Collier (editores). Global assemblages: technology, politics and ethics as anthropological problems, 235-252. Malden, MA: Blackwell Publishing.
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Sodupe, K. (2004). La teoría de las Relaciones Internacionales a comienzos del siglo XXI.Servicio Editorial Universidad del País Vasco, Guipzkoa, España.
Vrasti, W. (2013). “Travelling with ethnography”. En M.B. Salter y C.E. Multu, Research Methods in Critical Security Studies: An Introduction, 59-62. Estados Unidos: Routledge.