Gerardo Sánchez Hernández | Internacionalista UNAM 
Una aproximación a los actuales lineamientos de la multilateralidad internacional.




Toda perspectiva del futuro debe contemplar escenarios de riesgo y sus variantes de probabilidad. El Estado benefactor del presente siglo no tendrá las características que tuvo durante la primera mitad del siglo pasado, debido a la carga de temas pendientes acumulados a lo largo de cuatro décadas, como secuela de su inserción en un esquema globalizado que no se permitió cuestionamientos ni rasgo alguno de adaptabilidad al contexto económico del país. 


     Las destrezas geopolíticas vinculan sus estrategias con el conocimiento de ciencias auxiliares que dan jerarquías y prioridades a los elementos constitutivos del futuro. Es decir, la geopolítica por su misma capacidad de acción, es multifactorial en sus basamentos teóricos.

Los agentes multidimensionales inherentes al escenario de la globalización, por naturaleza propia trascienden fronteras mediante intercambios comerciales, culturales, financieros o políticos por citar algunos, lo que obliga a revisar sus procesos y mecanismos de acción dentro del ejercicio geopolítico.


     Estos agentes han incidido en el surgimiento de nuevos protagonistas en el escenario internacional, que desde el tercer cuarto del siglo XX han conformado espacios de cooperación que tienen por función consolidar relaciones estratégicas entre sus integrantes, ajustables a necesidades comunes.


     El escenario internacional del nuevo siglo define nuevas regiones geopolíticas que prevalecerán al menos hasta la mitad del siglo XXI con políticas de engranaje económico y desarrollista con otros Estados o regiones, que orientan sus estrategias hacia un distanciamiento de las políticas neoliberales.


     Debido a ello, un ajuste del orden unipolar devino en multipolar, creando espacios de interacción en los que los Estados pragmáticos, pudieron subir sus aspiraciones geopolíticas a las carreteras del desarrollo.


     Un Estado como el mexicano que denomina su sistema de gobierno democrático y federalista, debe vislumbrar la necesidad de promover la descentralización de las diversas funciones que atañen a su operatividad, en favor de conseguir mejores resultados que sustentan su legitimidad y la defensa de la Soberanía. Entre los hacedores de la política nacional parece existir una visión del mundo seriamente acotada en la perspectiva de la geografía mundial.


     En los asuntos comerciales, si bien el mayor flujo de bienes, servicios y manufacturas se orientan al mercado conformado por el Tratado de Libre Comercio de las Américas, se olvida que en África existen 53 naciones adscritas a la Asamblea General de las Naciones Unidas[1] que en su momento, serían fundamentales para buscar apoyo a las iniciativas mexicanas expuestas en el seno de este organismo, mociones encaminadas a encontrar respuestas ante la desigualdad jurídica, económica o en desarrollo tecnológico que existen en el panorama actual.


     Si bien se asume la factibilidad positiva que otorgan a México los “11 tratados comerciales que involucran a 43 países, estos son inviables si no se trabaja en concretar una política industrial que dote de recursos tecnológicos a los sectores comerciales invocados”[2], estos pactos comerciales deben complementarse con acuerdos de cooperación en materia científica y tecnológica, ahora que por ejemplo, se cuenta aunque de manera incipiente, con una Agencia Espacial Mexicana; o en el desarrollo de tecnologías para aprovechar recursos acuíferos o eólicos en algunas zonas de la geografía nacional; o bien una mayor tecnificación en sectores estratégicos como la agricultura y el control del abasto alimentario nacional o un mejor aprovechamiento de los recursos fósiles energéticos que demandan alternativas de solución ante su paulatino decrecimiento.


     Los principios en política exterior que se enlistan en el siguiente cuadro, son “mandamientos de un comportamiento en el escenario internacional. Al mismo tiempo, marcan el rumbo de la Cancillería y retroalimentan a la política externa siendo congruentes con la Constitución y la legalidad”[3], para sistematizar los alcances y los objetivos nacionales.



Cuadro 43. Directrices de Política Exterior de México.




Gerardo Sánchez con base en: Gabriela Aguilar Juárez. Ajustes o cambios en el replanteamiento de la Política Exterior de México citado en Uscanga, Carlos coord. Escenarios de la Política Exterior de México. Puntos para una reflexión. UNAM. Plaza y Valdés. Primera edición. Diciembre 2008. México. PP 38-40



     Las oportunidades actuales pueden concretar acuerdos estratégicos múltiples, que se formulen sobre las nuevas necesidades de internacionalización que reclama el Estado mexicano con visión geopolítica, por lo que los espacios de interlocución deben extenderse con la interacción de actores diversos para expandir el abanico de posibilidades de cooperación, inversión, comercio y transformación tecnológica.


     El multilateralismo de México puede tener de inicio un sello latinoamericano, con el objetivo de articular intereses y acciones entre al menos tres Estados, cuya geografía, cultura o lengua, les imponga concretar objetivos compartidos, y crear factores de contrapeso frente a la política de las potencias regionales o mundiales.


     Algunos modelos se han desvanecido en un tiempo relativamente corto, como lo ejemplifica el status temporalmente breve de estado orwelliano con que los Estados Unidos de América intentaron justificar sus exacciones de control y vigilancia geopolíticas, cediendo su lugar a los nuevos paradigmas del renovado escenario global de las relaciones internacionales del siglo XXI. Los giros actuales de las relaciones internacionales dan pauta a considerar que “los Estados Unidos de América ya no puede ser la potencia absoluta ni el líder único que observe la seguridad del planeta ni quien nos conducirá a las naciones del orbe por los senderos de la prosperidad”[4] mientras se identifican oportunidades globales, con actores que dan muestras de liderazgo como Brasil, India, la República Popular China, Rusia o Irán. O bloques económicos: Comunidad Europea, Mercosur, Organización para la Unidad Africana, Federación Rusa, Cuenca del Pacífico, el Grupo de Shangai, etc.


     Frente a estos retos, el Estado no puede permitir su desplazamiento absoluto del control sobre los rubros que le compete defender, en beneficio del desarrollo y fortalecimiento de la Nación ante los cambios que se perciben en el escenario internacional, frente a los que debe priorizar el usufructo de los recursos energéticos que le son propios, a favor de la estrategia geopolítica que lo impulse a crear escenarios para su inserción geopolítica global dentro de las siguientes esferas:



Cuadro 44. Lineamientos geopolíticos de México

Definir los intereses de México y jerarquizarlos dentro de alianzas para obtener una mejor participación geopolítica del país;
Favorecer los intereses nacionales con la conformación de bloques y de agrupaciones regionales formales;
Rescatar la tradición multilateral para beneficiar un mejor ordenamiento mundial;
Priorizar la industrialización del país desde los principios de la cooperación internacional, que sirva simultáneamente como eslabón unificador con otros Estados emergentes de la región.

Gerardo Sánchez con base en: Aguilar Juárez, Gabriela. Ajustes o cambios en el replanteamiento de la Política Exterior de México en Uscanga, Carlos, coord. Escenarios de la Política Exterior de México. UNAM, Plaza y Valdés. México. 2008. PP.37-38



      La creación de un proyecto nacional es factor irrenunciable en la persecución de esos objetivos, que permitirán delinear la política exterior hacia el 2050, sin descuidar los proyectos de mayor aliento –hacia el 2100 o 2200- estableciendo políticas de Estado en función de ciclos de temporalidad variada: cinco décadas, una centena de años o dos, un milenio.

Los intereses del Estado son principios de Gobierno que bajo la tutela de la Política Exterior, deben readaptarse a las circunstancias del entorno internacional. Por ello el proyecto nacional debe incluir en sus cuadrantes de desarrollo a la población civil y consolidar un compromiso social que se extienda a los estratos que lo conforman, considerando la tutela del Estado en las políticas públicas, que revaloren el sentimiento nacional.


      De la misma manera, debe sumarse a la denominada sociedad civil en este renovado pacto social, ya que aquella “trata de re-celebrar su compromiso con la entidad estatal y otro a nivel mundial que contemple los derechos humanos y sociales (…) La sociedad civil al interior de los Estados y en el marco mundial sí está reaccionando aunque de manera aún desarticulada como para construir un poder alternativo”[5], pero ello no obsta para hacerla partícipe en los nuevos cauces que deben construirse sobre un cierto fundamento utópico que sin desmesura, se aleje del terreno de los despropósitos o los intentos irrealizables.


      Lorenzo Meyer ha manifestado que “un país cuyas élites no sean capaces de formular un gran proyecto colectivo de cara al futuro, aceptado como legítimo por la mayoría de sus ciudadanos y que sirva de elemento guía en la toma de las grandes decisiones políticas, corre el peligro de convertirse en una comunidad sin derrotero y con el correr del tiempo, en derrotada desde adentro” [6]


      Acota que ante la falta de rumbo político, “se hace urgente que México cuente con un mapa de navegación política propio en un mundo lleno de problemas, que van desde los básicamente locales – crecimiento económico, desarrollo social, justicia, sustentabilidad, seguridad pública, educación salud, etc- hasta los que provienen de convivir en una comunidad global: la relación con la superpotencia estadunidense, la lucha contra el terrorismo, el control del armamento nuclear, la solución de los conflictos regionales, la protección de los derechos humanos, las reglas del comercio y las finanzas mundiales, el calentamiento global o la degradación del medio ambiente, hasta la migración, el narcotráfico o la trata de personas[7]


      Dentro de esta coyuntura debe existir un punto de quiebre que permita al Estado mexicano consolidar su presencia internacional, sin soslayar la inevitable cercanía geográfica con una hegemonía cuya influencia parece inmutable en la percepción nacional o no discute el surgimiento de naciones emergentes o la conformación de nuevos bloques de poder regional en este siglo. No debe olvidarse que México es parte indispensable en la ecuación política, económica y militar de los Estados Unidos de América.


      La Geopolítica siempre ha estado a la búsqueda de nuevos tipos de dominación, por lo que es “(…) una expresión de la territorialidad que tiende a crear relaciones que se manifiestan en múltiples campos que buscan ser intervenidos por un poder central (…)”[8], cuyo objetivo es posicionarse en una región del globo terrestre, de modo más o menos legítimo, con el fin de pretender una fase de subordinación del Estado intervenido, así como de su economía, producción, población y culturalidad.


      La región hemisférica que acoge al territorio mexicano, nunca ha estado exenta de estas presiones hegemónicas que se despliegan en vectores múltiples que alertan ante acciones foráneas que pueden derivar en desestabilización interna, pero la respuesta del tiempo actual está latente y en espera de ser sujeta a la práctica, si se plantea el cuestionamiento siguiente: ¿hasta qué punto México y América Latina necesitan de los Estados Unidos? O en sentido inverso ¿hasta dónde los Estados Unidos necesitan de México en particular y de América Latina en general?[9], ello como un sencillo planteamiento de soberanía intelectual que puede arrojar resultados sorpresivos.


      La Geopolítica puede tener tantas derivaciones como sean posibles de imaginar, si se considera que las más de las veces su ejecución incluye “un enfrentamiento entre un esfuerzo globalizador de transformación del mundo a través de un proyecto totalizador, que fomenta la resistencia de identidades específicas vinculadas a una Cultura y una Civilización, las que responden frente a una visión absolutista del mundo”[10], como expresión simple de un conglomerado políticamente organizado que busca trascender su presente.





[1] http://www.etcétera.com.mx/articulo.php?artículo=13218     *11-07-2012

[2] Íbidem

[3] Green, Rosario en Uscanga, Carlos, coord. Opus cit. P. 41

[4] Íbidem

[5] Dallanegra Pedraza, Luis en “Perspectiva de las Relaciones Internacionales”. Principales autores de las Escuelas de la Geopolítica en el Mundo. González Aguayo, L. Augusto. Gernika. FCPyS. UNAM. 2011. P 204

[6] Meyer, Lorenzo en Torres, Blanca y Vega, Gustavo. Opus cit. P 46

[7] Íbidem. P 60-61

[8] Ceceña, Ana Esther. Video conferencia “La Geopolítica y los nuevos modos de dominación” dictada el 8 de agosto de 2012 en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.  http://www.youtube.com/watch?v=6lYz1dEmN6M  *01-03-2013

[9] Demirjian, Rubén. Video reportaje “EEUU y AL: la contienda geopolítica”. Fecha de publicación en internet el 15 de junio de 2013.   http://www.youtube.com/watch?v=mhSfPDMigDM   *02-05-2014


[10] Chauprade, Ameyrac. Conferencia dictada en la Fundación Global para la Democracia y el Desarrollo (FUNGLODE) el 7 de octubre de 2009. Sto. Domingo, República Dominicana.  http://www.youtube.com/watch?v=Wo8Vkr1MGpY     *03-05-2014